La familia Brunet Bingley en Cieza. Una historia industrial y humana

El apasionante devenir de una familia con estrechos vínculos con la localidad

Manuela Caballero González

La investigación y divulgación de la historia cultural de la tecnología de nuestra localidad, que venimos desarrollando desde hace tiempo Pascual Santos y yo, nos ha dado muchas satisfacciones, arrojando luz sobre personas emprendedoras de Cieza. Los temas abarcan los más diversos ámbitos y, como es natural, uno de los más prolijos es la historia de la industria espartera. Y, como no podía ser menos, para hablar de sus orígenes había que estudiar un nombre importante: Alfonso Brunet. Su intervención como pionero en la industrialización del esparto ya había aparecido en diversos escritos, aunque en realidad poco se sabía de su figura y su vida, empezando por su procedencia, siendo considerado de “naturaleza francesa”. Pero eso no nos desanimó, al contrario, fue un acicate para buscar en todo tipo de fuentes. Y fue precisamente el primer paso sobre su “naturaleza” el que nos dio la primera sorpresa: había nacido en San Sebastián. Y empezó una minuciosa investigación que nos ha llevado más de dos años entre el País Vasco y la Región de Murcia. Y, como he dicho, sólo fue el principio y tuvo como conclusión identificar y dar contenido a la historia de la primera fábrica de esparto de Cieza, que de forma detallada ya ha tratado Pascual Santos en este mismo medio de comunicación. Pero el objetivo de este escrito consiste en dar a conocer a otro personaje que nos deparó esta investigación, que bien puede ser considerada como la clave para empezar a “tirar del hilo”. Su nombre es Manuela Brunet Bingley y fue el hallazgo de su partida de bautismo, en la Iglesia de la Asunción de Cieza, la que aportó el dato vital, que no dejaba lugar a dudas de la procedencia de la familia; por no hablar del inestimable hallazgo de que la mayor de sus hijas había nacido en nuestra ciudad.

Una partida de bautismo muy reveladora

Manuela Brunet Bingley nació en Cieza (Murcia) el 24 de mayo de 1868, a las diez de la noche, y fue bautizada el 27 de ese mismo mes en la Iglesia de la Asunción “por el teniente de esa Parroquial, Don Lorenzo Hurtado”. En el documento consta que era “hija legítima de Don Alfonso de Brunet Bermingham y de Doña Dorotea Bingley Phillips; siendo sus abuelos paternos Don José Manuel de Brunet y Prat y Doña Manuela de Bermingham y Echagüe, estos y el padre naturales de San Sebastián, Provincia de Guipúzcoa, Obispado de Vitoria; y los maternos Don Carlos Guillermo Bingley y Doña Juana Phillips, estos y la madre naturales de Sheffield, condado de York en Inglaterra. Se le puso por nombre Manuela, María, Juana y fueron sus padrinos Don José Manuel de Brunet y Prat y Doña Manuela de Bermingham y en su representación Don Manuel Moxó y Doña Manuela Moxó, de Cieza”. La relación entre las familias Moxó y Brunet fue muy estrecha durante su estancia en la villa.

Otro golpe de suerte fue la existencia de cartas enviadas por Brunet a su padre desde Cieza a San Sebastián durante la estancia de la familia en la villa, cedidas por su tataranieta. En ellas, podemos encontrar detalles de parte del tiempo que les tocó vivir aquí, concretamente se conservan 13 cartas fechadas en Cieza entre noviembre y diciembre de 1870.

La estancia de la familia Brunet Bingley en Cieza

Sabemos que Alfonso Brunet estaba en Cieza en septiembre de 1867, junto con su esposa y su hijo Guillermo, que había nacido en San Sebastián en 1865. Poco después de su llegada nacería su primera hija. Junto a estos datos, las cartas también revelan detalles familiares, como los progresos de Guillermo, que empezó a ir a la escuela en la villa, lo frío que era el invierno ciezano o los resfriados de la pequeña Manuela, que según decía era muy buena, así como los intentos de su hermano para que aprendiera palabras en inglés.

Su estancia coincidió con el Sexenio Revolucionario, con sus altibajos y convulsos acontecimientos no exentos de violencia en algunos casos. Tan sólo ocho días después de comprar la fábrica, el 18 de septiembre de 1868, comenzó la revolución conocida como La Gloriosa. Vivieron epidemias, el cambio de monarca, la guerra europea, todo influyó en el desarrollo de sus propios negocios. Habían llegado en los albores de la espartería, ya que hasta 1860 esta fibra se empleaba para realizar útiles agrícolas, servicio doméstico o cuerdas para amarre, todo ello de forma manual, lejos de los procesos industriales. Brunet empezó los primeros ensayos para mover los primitivos mazos con fuerza hidráulica y fabricar cordelería. Según se desprende de la correspondencia de 1870, a finales de ese año los negocios no iban del todo bien y Brunet estaba considerando volver a San Sebastián, como así ocurrió, ya que en noviembre de 1871 nació en la capital donostiarra su tercera hija, Elena.

Pero él siguió ligado a Cieza, ya que arrendó la fábrica unos años más y la vendió en 1880 a Joaquín Gómez Gómez y Antonio Marín Meneses. Por la escritura sabemos que contiguo al edificio fabril tenían “una casa y un huertecito”, casa que hemos podido ver en fotografías antes de que fuese demolida en el siglo XX. Debemos felicitarnos de que la fábrica corriera mejor suerte y haya llegado hasta nuestros días.

Alfonso Brunet retomó su vida en San Sebastián, donde fue concejal en 1876. Desafortunadamente, meses después de vender su fábrica, falleció, dejando viuda y tres hijos, Guillermo con 15 años, Manuela con 12 y Elena con 9.

Manuela Brunet Bingley, una ciezana en la distancia

Aunque la fotografía de Alfonso Brunet en la Cieza de 1867 fue importante, no fue la única que conseguimos para ilustrar nuestro trabajo, llegaron otras de los diferentes miembros de la familia y, por supuesto, pronto pudimos poner cara a nuestra protagonista. Y como la Historia Cultural de la Tecnología no sólo trata de empresas, números o máquinas, sino también de las personas y circunstancias que la componen, también nos acercamos a conocer la figura de Manuela, quien, si bien abandonó Cieza muy joven, era una ciezana en la distancia y, gracias a la recuperación de su memoria, hemos avanzado en el conocimiento de nuestra Historia Industrial, al tiempo que se han estrechado lazos entre lugares que nos pueden parecer muy distantes. Por todo ello, creo que es interesante saber un poco más de su vida.

Tras la muerte de Alfonso, la familia recibió todo el apoyo del abuelo paterno, siendo Guillermo quien ocupara el destino que le estaba reservado a su padre. Todos recibieron una completa y cosmopolita educación en España y el extranjero. París sería uno de sus destinos.

Manuela contrajo matrimonio en 1892 con Álvaro Calzado Arosa, perteneciente a una destacada familia de banqueros y artistas. Él había nacido en París, donde su padre, Adolfo Calzado, destacado periodista y banquero de ideología republicana, dirigía el grupo español de la Bolsa, entre otras muchas actividades, que le valieron un gran reconocimiento. La futura suegra de Manuela, María Arosa, procedía de una familia del mundo de la cultura y el arte de París, para hacernos una idea, su padre Gustavo Arosa fue profesor y tutor de Paul Gaugin y su hogar era frecuentado por los más destacados artistas e intelectuales, tanto franceses como españoles. La familia Calzado Arosa, que desde siempre había mantenido los vínculos con nuestro país, trasladó su domicilio a Madrid en 1884, estableciéndose en la calle de Orfilia, donde siguió con su activa vida social, allí acudía “lo más selecto de la sociedad”. También frecuentaban San Sebastián donde tenían importantes relaciones, entre ellas la familia Brunet.

En enero de 1892 el padre de su prometido pidió su mano, acontecimiento que recogió la prensa, anunciando que la boda de “la bellísima señorita doña Manuela Brunet y el distinguido Abogado don Álvaro Calzado y Arosa” tendría lugar el 9 de julio de ese mismo año. Prueba de esas relaciones tan importantes de ambas familias es que el padrino fue “el ilustre tribuno D. Emilio Castelar”, íntimo amigo de la familia Calzado.

Y tenemos más detalles, como que el enlace se celebró en la parroquia de Santa María en el barrio del antiguo de San Sebastián, “la ceremonia, a juzgar por los preparativos, promete ser brillantísima, ya que la novia pertenece a una de las familias más distinguidas de la ciudad donostiarra”. Según figura en la noticia, tras la boda saldrían de viaje para Biarritz y París. A partir de ese momento, Manuela fue parte activa de los actos sociales que llevaban a cabo, como por ejemplo la recepción que ofrecían a sus amigos todos los miércoles en “la preciosa villa Alma, de diez de la noche a la una de la madrugada”, donde acudía lo más sobresaliente de la sociedad, así como “escritores y conocidos sportmen” y donde las damas de la casa repartían entre los asistentes regalos traídos expresamente de París.

Pero esos años dorados duraron poco y pronto tuvo que afrontar muchas pérdidas. Apenas despuntó el siglo XX, falleció su cuñada Rosario, le seguirían sus suegros entre 1909 y 1910, en 1916 perdería a su madre y la única cuñada que le quedaba, Alma, murió a los 40 años en diciembre de 1918. Aunque 1923 resultó ser todavía más doloroso, ya que en octubre murió su hermano mayor Guillermo y un mes después le siguió su esposo, el matrimonio no tuvo descendencia.

Álvaro Calzado había sido un activo político republicano y un periodista de reconocido prestigio. En enero de 1923 registró una marca para distinguir un periódico, cuya denominación era “Revista Económica”, tan sólo unos meses después fallecería, por lo que la marca fue transferida a Manuela Brunet Bingley, quedando registrada a su nombre en junio de ese año. También tuvo que hacerse cargo de otros negocios fundados por su suegro. Así junto con su sobrina política Dora, pasaron a ser gestoras de la sociedad Calzado y Compañía Sociedad General de Anuncios de España. Sus nombres figuran en los inicios de la gran fusión de las agencias de publicidad en España, ya que constan como representantes de dicha sociedad en la corporación empresarial Roldós-Tiroleses, que se formó en diciembre de 1928. Pero también compartían mucho más que intereses comerciales.

La Parroquia de la Asunción guarda otro dato importante

Como hemos dicho, Manuela no tuvo hijos, pero existió un vínculo especial con su cuñada Rosario o más concretamente con la hija de ésta, Dorotea.

Rosario se había casado en octubre de 1900, con Antonio Quintero Atauri. El matrimonio tuvo sólo una hija, Dorotea (Dora) que quedaría huérfana apenas nacer, ya que su madre falleció en noviembre de 1901 y perdió también a su padre en 1913. Aunque su tutor legal fue su tío, el prestigioso arqueólogo Pelayo Quintero, los lazos que mantuvo con sus tíos maternos Álvaro y Manuela fueron muy estrechos. Así encontramos que cuando Dora se casó con el abogado José Lapuerta y de Las Pozas en 1926, el padrino fue su tutor y la madrina su tía Manuela Brunet de Calzado, ya viuda, y fue en su casa donde “la concurrencia a la boda fue obsequiada con un espléndido te”. Y hay más certezas de esa cercanía, y una de ellas nos la proporcionó precisamente la información anotada al margen de la partida de Bautismo de Manuela. En ella se puede leer: “Por Escritura pública otorgada ante el Notario de Madrid don Alejandro Santa María Rojas en nueve de junio de 1947, adoptó legalmente a su sobrina Doña Dorotea Quintero Calzado, la cual podrá usar desde ahora los apellidos de la adoptante”.

Gracias a sus descendientes tenemos el retrato de la protagonista de este artículo. Manuela Brunet Bingley, nacida en Cieza, en mayo de 1869, murió en Madrid en abril de 1954. Si queréis conocer más datos podéis encontrarlos en la Revista Andelma nº 31.

El legado de Alfonso Brunet para Cieza

A partir de los primeros hallazgos, establecimos contacto con familiares que nos proporcionaron documentos y, junto con lo recopilado por nosotros en una posterior visita a diferentes archivos de Guipúzcoa, pudimos completar un episodio importante, tanto para Cieza como para la propia familia, ya que, según nos manifestaron, descubrieron muchos aspectos desconocidos, lo que ha avivado su curiosidad para conocer la localidad. Ellos nos han aportado la que podría ser la fotografía más antigua de Cieza hasta el momento, la de Alfonso Brunet cerca de su fábrica y con el Convento de las Monjas Clarisas al fondo, fechada en 1867. Gracias a todos. Conocer mejor la figura de una de los artífices de esta investigación ha resultado interesante, pero lo más importante, sin duda, es que la fábrica sigue en pie, como testigo de ese pasado industrial. Con todos estos datos y evidencias, podemos decir que contamos con un elemento patrimonial e histórico único. El inmueble, que ya tiene 156 años, puede admirarse desde el cauce y completaría un entorno con gran potencial: el parque Tíjola y el Molino Capdevila, entre otros vestigios. Sus orígenes nos hablan del Molino de la Inquisición o de una fábrica de luz, por ejemplo. La completa información que hemos recopilado da un gran valor al inmueble, que se encuentra en condiciones de ser recuperado, y su actual dueño comparte esta disposición, para disfrute de escolares y público interesado en la historia industrial, no sólo local, nos atrevemos a decir que nacional e internacional.